Macron anuncia el fin de la operación Barkhane y Europa se prepara para una nueva estrategia en África. La Razón

Emmanuel Macron ha anunciado el fin de la operación Barkhane en el Sahel. FOTO: JEROME DELAY AP

El Presidente francés ha anunciado en Toulon su decisión de ”oficializar hoy” el fin de la operación militar en el Sahel, tras haberlo consultado con los socios implicados

Por Alfonso Masoliver

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho hoy oficial el fin de la operación Barkhane. Esta operación militar, que operó durante ocho años en el Sahel para combatir al terrorismo que azota la región, tenía los días contados a raíz del distanciamiento con Bamako y desde que el mandatario galo anunció en 2021 que se iban a efectuar “profundos cambios” dentro de la estrategia francesa en la zona. El anuncio definitivo ya comenzó a circular este martes, después de que un comunicado del Elíseo dijera que el objetivo de estos cambios comprende “reducir la visibilidad de las fuerzas militares en África para centrarse en la cooperación y el apoyo en términos de equipo militar, inteligencia y un partenariado operacional”.

Macron dijo este miércoles en una rueda de prensa desde la ciudad francesa de Toulon que la operación había llegado a su fin, pero que su apoyo a los socios “continuará, pero de acuerdo con los nuevos principios que ellos definan”. Que próximamente se iniciará una fase de “intercambios”, en referencia a una serie de discusiones que se celebrarán el los días siguientes entre Francia, los Estados extranjeros vinculados a la lucha antiterrorista en África (Unión Europea y Estados Unidos) y las naciones africanas a las que afectan estos cambios (Chad, Níger, Burkina Faso y Mauritania), a la espera de que la nueva estrategia de París permita recuperar las distancias con Mali. El tiempo de adaptación de la misión francesa en África será de unos seis meses.

Con esto se pretende, en palabras de Macron “adaptarse a los nuevos tiempos” y facilitar una ”movilización más integral” de las fuerzas involucradas. En definitiva: “No se trata de militarizar la sociedad, sino de fortalecer el espíritu de resiliencia“, pese a no haber dejado dudas de que Francia seguirá desempeñando un papel fundamental a la hora de asegurar el flanco sur de Europa.

Un creciente sentimiento anti francés

La operación Barkhane tuvo sus inicios en 2014, tras el fin de la operación Serval, que tuvo como objetivo combatir en un panorama de guerra abierta a los efectivos yihadistas que se habían introducido en Mali desde Argelia y Líbano, aprovechando la desestabilización originada en 2012 por los grupos insurgentes de mayoría Tuareg en el norte del país. Ha costado a Francia una media de 800 millones de euros anuales y la vida de 49 soldados franceses, además de no pocos quebraderos de cabeza para los sucesivos inquilinos del Palacio del Elíseo. Entre los momentos más difíciles entra el distanciamiento respecto a Europa del actual Gobierno maliense, liderado por el coronel Assimi Goita, cuya asociación con Rusia y el Grupo Wagner impulsó la retirada francesa del país en este mes de agosto. El Ejecutivo de Goita ha acusado en repetidas ocasiones a Francia de financiar a yihadistas y de introducir elementos subversivos en el país para propiciar aún más su frágil situación de inseguridad.

Este sentimiento anti francés, donde la palabra “neocolonialismo” se repite constantemente, se ha desarrollado en menor medida aunque de forma creciente en Níger, y sobre todo en Burkina Faso, donde el mes pasado sucedió un golpe de Estado en el que los seguidores del nuevo Presidente, Ibrahim Traoré, atacaron el consulado francés y se echaron a la calle entonando consignas en contra de la presencia militar francesa. Critican duramente la falta de efectividad de Francia a la hora de lidiar con el yihadismo en la región y difunden a diario rumores acerca de las segundas intenciones que puedan motivar a los galos. Es común que los malienses acusen a los franceses de “robar el oro”.

Esta clase de situaciones son las que han obligado a Francia a buscar un nuevo rumbo para garantizar la seguridad europea, además de garantizar su presencia en la región. El peligro es evidente: las naciones africanas que rechazan el partenariado con Francia acuden sin dudarlo a los brazos de Rusia, un socio histórico de África desde los años de las independencias y que ya cuenta con una presencia militar considerable en Sudán, Libia, República Centroafricana y Mali. De hecho, Macron se refirió a la guerra de Ucrania en su último discurso, cuando indicó que tanto Francia como el resto de Europa deben ponerse en un contexto de “economía de guerra”.

Los cambios que se produzcan afectarán también a la situación de España en la región, ya que nuestro país cuenta con una potente presencia militar en Mali (360 efectivos, aunque se prevé que su número disminuya en las próximas rotaciones) con el fin de asistir a las tropas malienses sobre el terreno, y también cuenta con una presencia más reducida en el resto de naciones integradas dentro del marco de operaciones del G-5 Sahel, cuya misión se resume en tareas de logística y de asesoría. Francia lleva la batuta europea en la región y el resto de naciones implicadas se ven obligadas a bailar a su compás, mientras Vladimir Putin observa la danza desde su bancada e introduce los elementos que le permita cada cambio en el decorado. En juego quedan la presencia europea en el Sahel, la seguridad de Europa frente a la amenaza yihadista, la obtención de los recursos de esta parte de África, el orgullo patrio de una docena de países, la estabilidad de la frontera sur del Sáhara y, en definitiva, el resultado incierto de este conflicto creciente cuyo foco brilla con cegadora intensidad en las llanuras ucranianas.

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