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Tras su salida del poder en 2017 y su exilio en Guinea Ecuatorial, se sabe muy poco sobre el ex hombre fuerte de Gambia. El corresponsal del Sputnik ha viajado a los lugares de su exilio dorado para averiguar más. Investigación exclusiva sobre el universo muy cerrado de Yahya Jammeh, denunciado regularmente por la oposición ecuatoguineana.
El ex presidente de Gambia, Yahya Jammeh, no está ni en Malabo, la capital administrativa, ni en Bata, la segunda ciudad más grande del país, sino en Mongomo, el lugar de nacimiento y fortaleza política de «Ze ebere ekoum» (la pantera sobre el tronco de un árbol, en Fang), el apodo del presidente ecuatoguineano Obiang Nguema Mbasogo.
Aquí, los residentes locales dicen que lo ven dos veces por semana coger el camino del bosque, en los alrededores de la ciudad. Muy discretamente, Obiang Nguema, según se informa, le concedió una parcela de tierra de más de 1.000 hectáreas para cultivos alimentarios, nos dice Abua, un agricultor de la ciudad.
«Obiang Nguema sin duda quiere dar más seguridad y más fraternidad a su exilio guineoecuatoriano. Pero a la larga, va a ser un problema para la gente de la ciudad. Ya no podrán seguir dedicándose libremente a sus ocupaciones», explica a Sputnik Eutanasio Micogo, un politólogo guineoecuatoriano al que encontramos en Mongomo
Yahya Jammeh aparece en las calles de Mongomo, su exilio dorado, con su eterno boubou blanco, chechia en su cabeza, los ojos ocultos tras unas gafas de sol. Como de costumbre, lleva el Corán en la mano. La única novedad es que el ex Presidente de Gambia se ha dejado crecer la barba. Junto a esta apariencia sencilla, el ex Presidente de Gambia lleva también oculta una pera para la sed.
En el camino hacia el exilio, se ocupó de vaciar las arcas del Estado y se llevó 11 millones de dólares USA (unos 6.000 millones de francos CFA), según el gobierno de Adama Barrow, actual presidente de Gambia. La oposición guineocuatoriana denuncia regularmente la presencia de este «molesto» invitado. Hace apenas unas semanas, el Partido Convergencia para la Democracia Social (CPDS) manifestaba en una declaración llegada a la redacción de Sputnik: «No queremos otro dictador en nuestro país«. El mismo partido colocó carteles por todo Malabo pidiendo al gobierno que dejase de acoger a Yahya Jammeh en su suelo.
Tras el final de sus 22 años de reinado (22 de julio de 1994 – 21 de enero de 2017), Jammeh se ha establecido en casa del Presidente de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema, cuyo país no ha firmado el acuerdo de la Corte Penal Internacional. Por lo tanto, está fuera del alcance de los magistrados de ese Tribunal. Mientras tanto, varios «Junglers», miembros de su milicia secreta, languidecen en la prisión de Banjul a la espera de juicio. Yahya Jammeh, por su parte, no parece que vaya a comparecer pronto ante los jueces: Malabo ha prometido que no será extraditado.
Está tranquilo para disfrutar de sus pasatiempos favoritos. Como hizo en Kanilaï, su pueblo natal en el sur de Gambia, cuando dirigía Gambia con puño de hierro, «Yahya Jammeh dedica el tiempo a la agricultura», según Eutanasio Micogo.
«Está empezando un campo de piñas. Ha comprado un centenar de mis cabezas de piña para llevarlas a sus plantaciones. No son pocas, por cierto. Pero tengo que decirles que su presencia nos complica un poco la vida. Nunca ha habido una presencia militar tan impresionante. La ciudad se ha convertido en una especie de jarrón cerrado», dice al micrófono de Sputnik Ela uno de los vecinos de Mongomo.
Una ciudad recorrida día y noche por soldados y cuyo acceso está limitado desde la llegada de Yahya Jammeh.
Una ciudad tranquila
Situada en el noreste de Guinea Ecuatorial, a 220 km de Bata, Mongomo está considerada la ciudad más tranquila del país. Es un buen sitio para vivir. Las carreteras están bien mantenidas, las aceras limpias, como en todas partes en Guinea Ecuatorial. Hay un majestuoso palacio presidencial, un suntuoso hotel de cinco estrellas y una serie de atracciones turísticas.
Edificios públicos, escuelas, hospitales, iglesias, etc., constituyen un patrimonio común para las más de 7.000 personas que viven allí. La ciudad, joya arquitectónica, está situada cerca de la frontera con Gabón y a 80 kilómetros del sur de Camerún. El presidente Teodoro Obiang Nguema Mbasogo ha cedido a Jammeh su suntuoso palacio, con una valla enorme de 15 kilómetros de largo. Situada en una depresión natural, la residencia Obiang es un verdadero fuerte, un búnker.
«En Mongomo hay varias cámaras de video vigilancia. Porque a Su Excelencia le importa la seguridad de su anfitrión», dice a Sputnik, un soldado de paisano con el que coincidimos en la ciudad.
«La primera piedra se colocó aquí en 2006. La basílica fue inaugurada el 7 de diciembre de 2011. Vino gente de toda África para asistir a este gran momento. Había gente por todas partes», dice un sacerdote que va a las Vísperas.
Entre 2006 y 2011, no hicieron falta mas que cinco años para construir el edificio religioso más grande de África Central, el segundo del continente en tamaño, sólo detrás del de Yamussukro en Costa de Marfil. En su interior, dorados, frescos y trompe-l’oeil bajo las bóvedas y en la cúpula.
«Cuando no está en los campos, Jammeh pasa sus días junto al río Wele pescando con su familia y su guardia de seguridad», dice Sputnik Andrés Anguesom, un pescador que lo ha visto muchas veces.
Yahya Jammeh lleva una vida tranquila en Mongomo y desde su retirada forzosa de la vida pública, nunca ha hecho declaraciones, respetando estrictamente las instrucciones de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Hay que decir que los dos hombres parecen mantener una buena relación. El 5 de junio de 2018, Yahya Jammeh asistió a la actuación del cantante congoleño Koffi Olomidé con motivo del 76º cumpleaños del presidente Obiang Nguema. Los días 10 y 11 de mayo, con motivo de la muerte del Director de Seguridad Presidencial, el General Antonio Mba Nguema Mikue, también estuvo con el Presidente Obiang, según pudo comprobar el corresponsal de Sputnik.
Yahya Jammeh sigue viviendo su exilio dorado en la ciudad de Mongomo, al abrigo de los rumores y lejos de las cámaras. Pero, ¿por cuánto tiempo?
