«El golpe de libertad. Agosto 1979». Capítulo 11 de La ocasión perdida. Juan María Calvo.

«El tigre devora a los animales escondiéndose en la selva, pero si devora la selva se descubre». Dicho fang.

 

Capítulo 11. EL “GOLPE DE LIBERTAD” . Agosto-79.

En España no se sabia que el golpe era  inminente. En las últimas semanas de julio de 1979 habían corrido rumores y el descontento era grande pero no había nadie que se decidiera a encabezar un movimiento. Macías había matado  a  los  mejores. Algunos  opositores  alzaban sus voces aisladas  en  Madrid, Las Palmas, Zaragoza o Ginebra, pero hacía tiempo que se había dicho que sólo un militar podía derrocar a Macías. En Guinea reinaba el miedo. Nadie se fiaba de nadie. Sólo un miedo mayor podía empujar a dar un golpe. Tenia que ser alguien que ya no pudiera exiliarse, por estar implicado hasta la cejas en las atrocidades del régimen, alguien de dentro, que tuviera armas, pero que cayera. en desgracia, que sintiera pánico de perder la vida. Alguien que oliera su muerte, porque supiera cómo las gastaba el tirano cuando llamaba para que se le  rindieran  cuentas. Debía darse algo similar a lo que se conoce como “un golpe palaciego”.

A finales de julio todo se precipita. El 1 de agosto por la noche José Luis Pera, el vicecanciller que está al frente de la Embajada de España llega a su casa y se prepara un whisky. El día ha sido más movido de lo normal. Los miércoles siempre hay más trabajo pues es el día de cierre de la valija diplomática. Los  jueves  por  la mañana llega el avión de Iberia el único enlace semanal de Guinea con el mundo occidental. Llaman a la puerta. No le sorprende, pues espera a unos españoles. Se extraña cuando ve una piel oscura al otro lado del quicio de la puerta. Arquea las cejas al ver que el visitante es el comandante Teodoro Obiang Nguema. El militar, que hace las veces de ministro de Defensa, saca tres sobres de un bolsillo. Con cierto nerviosismo, mirando hacia atrás como si temiera que alguien le estuviera espiando, Obiang le dice que es muy importante que haga  llegaresos sobres cuando antes a sus destinatarios. Uno es para el rey don  Juan Carlos, otro para el presidente del  Gobierno, Adolfo Suárez, y el tercero para el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, Teodoro se marcha rápidamente. Un coche le espera.

Pera mira los sobres. Sabe de que se trata. Obianq sólo le dijo algunas frases entrecortadas. «Ya no podemos aguantar más…esto es el final…hay que intentarlo ahora…necesitamos tu ayuda…”. Rápidamente toma la decisión de llevarlos él  mismo a Madrid. Llama al delegado de Iberia. No hay problema, hay muchas plazas libres en el avión. Además, siempre hay algunas reservadas para  estos casos de emergencias. No dice nada a los amigos que llegan un rato después, pero procura que se marchen temprano con el pretexto de que tiene que llevar la valija al aeropuerto para dejarla en el  avión. Prepara la maleta y le cuesta trabajo dormirse.

En el aeropuerto se palpa un nerviosismo especial. Celestina Lina, la segunda mujer de Obiang, está también allí con sus hijos para tomar el avión de Iberia. Ningún extranjero sabia entonces que Obiang había ordenado a su primera mujer, Constancia, que saliera  de Mongomo y viajara a Libreville, con el pretexto de llevar al médico a sus hijos. Los españoles que se encuentran en el destartalado aeropuerto huelen que algo va a pasar. Les extraña que el vicecanciller se marche a Madrid. Había llegado a Guinea hacía sólo una semana.

El DC—8 llega a Madrid al atardecer, pues el viaje se alarga debido  a la escala que hace en Lagos, necesaria para reducir el déficit de la línea de Guinea. Ya no es hora de ir al Ministerio.

A la mañana siguiente, muy temprano, acude al palacio de Santa Cruz,  Es ya tres de agosto. Pero no sabe qua las cosas se han  precipitada en Guinea. Se dirige a la Dirección General de África. Le recibe el segundo del departamento, que quita importancia al asunto y dice que no hay que preocuparse, que estos negros siempre están igual y que nadie se atreve a dar un golpe contra Macías. Pera no sabe que hacer. Se queda un momento parado junto a la barandilla del patio interior del  Ministerio. Una voz enérgica le sorprende.

—¡Hombre, Pera, que hace usted aquí! Usted se quejará mucho de estar en Guinea, pero la verdad es qua yo le veo siempre en el Ministerio.

Se trata de Antonio Sánchez Jara, siempre vitalista y rebosante de energía, a quien le gustaba que Pera le contara cosas de Guinea, país que había tenido que abandonar en 1977 al romperse las relaciones diplomáticas.

Pera saluda a Sánchez Jara y le explica lo que ocurrirá. El diplomático se da cuenta de la importancia de la misión del canciller y le acompaña al despacho del jefe del Gabinete del secretario de Estado de Exteriores, Carlos Robles Piquer. Le dice que ha llegado el canciller en Guinea que piensa que el asunto es importante pues parece que hay algo en marcha para derrocar a Macías y que Pera debe hablar inmediatamente con Robles. El secretario de Estado despide a un diplomático con quien estaba despachando y entra Pera con Sánchez Jara.

Robles Piquer no lo piensa un momento. Se pone en comunicación con Marcelino Oreja, quien está a punto de iniciar un viaje con el presidente Suárez a Brasil y Ecuador. Esa mañana estaba previsto qua se celebrara un Consejo de Ministros en el Palacio de La Moncloa. El ministro se plantea por un instante no acompañar al presidente en su viaje y quedarse en España para seguir la evolución de los acontecimientos, pero las  primeras noticias eran confusas. Todavía no se sabía que esa misma mañana había comenzado el golpe. Deciden que viaje a la zona el director general de África, Pedro López Aguirrebengoa, que acababa de empezar sus vacaciones en San Lorenzo del Escorial, y Sánchez Jara, por su experiencia anterior, aunque ahora sea director de América Central. Este diplomático se encontraba en Madrid, no había salido de vacaciones, debido a que le habían encargado que el seis de agosto asistiera en Bolivia a la toma de posesión del presidente Walter Guevara Arce. Tenía en el bolsillo el billete del avión para La Paz. Se les unió Mariano Uriarte.

En Guinea todo se ha disparado. Ahora sí que Teodoro ya no tiene posibilidad de arrepentirse. Lo primero que hay que hacer es buscar ayuda. Hay que liberar a los presos de las cárceles, sobre todo a sobre todo a Salvador Elá, que está en Blabich, en las afueras de Malabo. Ha comenzado la guerra pues Macías no se rinda y parece que cuenta con la ayuda, de los chinos.

Obiang había pensado en los últimos meses que era necesario hacer algo. Notaba que Macías le trataba peor cada vez. Quizá no le había matado todavía porque no pensaba que su sobrino, siempre sumiso y callado, tuviera valor para intentar algo. Pero al dictador le falló el cálculo. No se imaginó que Obiang no era lo suficiente valiente como para afrontar su propia muerte. En el último momento, por miedo, cuando sólo le quedaba morir apaleado como había visto suceder tantas otras veces antes, prefirió la aventura del golpe, intentó tomar la iniciativa.

El militar siente que alguien le vigila. En junio de 1978 consigue permiso para, pasar unas vacaciones en su pueblo. Llevaba diez años seguidos destinado en la isla «salvo algún que otro desplazamiento relámpago a Bata, en viajes de ida y regreso en el mismo día para despachos reglamentarios con mandos allegados a Macías, sobre asuntos de defensa». En ese momento, Obiang era jefe superior de las fuerzas armadas de la isla y administrador estatal de unas cinco mil hectáreas de fincas de cacao y café en las que todavía trabajaban alrededor de un millar de personas, casi todos en régimen de esclavitud. Cuando ya iba a partir para Río Muni, recibe el encargo de inventariar todos los bienes bajo su jurisdicción (1).

Termina con el trabajo encomendado y viaja finalmente a Bata, donde percibo un ambiente «hostil» en círculos militares. Macías le ordena que no salga de Bata y que organice los actos militares conmemorativos del aniversario de la creación del PUNT. Se encuentra con que ya no quedaba ni un mando cualificado, pues todos eran designados por Macías y que había muchos niños de entre  9 y 15 años, reclutados contra la voluntad de sus padres, que ni siquiera podían soportar el peso de los fusiles.

«Concluidas las fiestas, otra orden presidencial, para no verme libre, improvisa mi inclusión en una delegación gubernamental que había de viajar a Belgrado, para asistir a una conferencia de ministros de Países No Alineados”. Regresa de Yugoslavia y recibe la orden de “acompañar al presidente a una gira por el interior de la región continental como jefe de su escolta”. Cuando vuelven a Nsangayong recibe una nueva orden «esta vez mucho más desconcertantes el oficial, que era. yo, y algunos soldados, tenemos que realizar trabajos pesados y físicos en los cultivos, en la construcción, en la carpintería etc, de forma gratuita y servil». Parece que Obiang sigue gozando de la confianza de Macias pues le lleva como jefe de escolta por una gira por el continente, pero le somete a prueba al humillarle cuando le ordena realizar esos trabajos en las fincas, como por otra parte debía hacer cualquier ministro del Gobierno cuando acudían a despachar con el tirano desde sus lugares habituales de residencia, unos en Malabo, otros en Bata y otros perdidos por Río Muni (el Gobierno no se reunió durante años).

Obiang asegura que Nsangayong se convirtió entre enero y junio de 1979 “en un verdadero infierno». Macías comienza a construir edificios, palacios y concentra allí los mejores medios con los que contaba, la mayoría de los vehículos que todavía funcionaban y, por supuesto, a los militares de más confianza y mejor armados. Ordena a los chinos que aceleren los trabajos de la carretera que une Bata con Mongomo, seguramente la única vía construida en los once años de su mandato. Quiere que haya un banco, hotel para el turismo, un aeropuerto… Para todo esto no duda en explotar a su propia gente, con trabajos forzados y palizas. Manda que la comida se distribuya sólo a quien trabaje en estas obras. “Como tónica dominante está el asesinato, el consumo de drogas y estupefacientes, los robos, la violación de los derechos de las personas de cualquier edad y sexo. Las escenas de maltrato -físico de las personas son tremendamente macabras. Todos los trabajadores, sean funcionarios, sean presos políticos, sean lo que fuesen, llevan el mismo traje obreril: el mono chino. De todas formas? en todo el país se prohíbe y se persigue el uso de la americana y la corbata, que se consideran indumentarias antirrevolucionarias», relata Obiang Nguema.

Debido a la falta de información de los últimos meses de vida del régimen de Macías, es necesario utilizar los relatos de quien luego le sucedió, aunque sea parte interesada. El sobrino del dictador asegura que “el aislamiento de Macías se radicaliza más y más , debido a la extrema desconfianza hacia la colaboración de sus más allegados. Esta desconfianza se extiende hasta su propia servidumbre. Los más próximos advierten la creciente preocupación de Macías por abandonar Nsangayong y buscar el territorio de sus verdaderos orígenes: los despoblados selváticos de Elik-Nsok, al otro lado del río Wele”. “Según la superstición popular Macías trataba de encontrar los ídolos de sus antepasados”.

Obiang pasa varios meses trabajando en la zona y regresa a Malabo a finales de mayo de 1979. Evidentemente, si es que había habido antes alguna preparación seria del golpe que se avecinaba, era necesario comenzar otra vez desde cero. El militar afirma que tuvo mucha suerte. En junio, dos semanas después de su salida del reducto del «Tigre”, como se llamaba a Macías, se producen en Nsangayong espantosas matanzas, cuando más de un centenar de personas “son acusadas de intento de conspiración y asesinato contra el presidente vitalicio. Se practican detenciones e interrogatorios que sólo son trámites pues los acusados van siendo degollados, entre ellos un alférez de la Guardia Nacional, un diputado de la Asamblea Popular y varios presos políticos, antiguos exiliados que el Gobierno qabonés repatriaba a Guinea Ecuatorial alegando razones de seguridad interna”. No se sabe si en la preparación de este supuesto golpe había participado Obiang, aunque sus enemigos le acusan de haber delatado a variar personas en más de una ocasión similar. Pero guizá había tenido alguna relación con los presuntos conspiradores,, pues recibe una llamada de Macías.

En una decisión extraña, por ser casi suicida según relata él mismo, viaja en avión a Bata y se encuentra que el aeropuerto está  ocupado militarmente. Mientras se dirige hacia el interior 2recibo noticias de que el Gobierno había ordenado realizar numerosas detenciones, y de que se estaban produciendo asesinatos. El conductor que me acompañaba, ante estas noticias, me invita a abandonar el país y se ofrece a acompañarme hasta desbordar la frontera”.

Cuando llega al palacio de Macías el presidente le ordena que le espere en las afueras del poblado. Obiang aguarda durante cuatro horas hasta que un criado le comunica que “el Tigre” desea verle en la selva, cerca del río Wele, a unos cuatro kilómetros del pueblo. “Me sometió a un largo interrogatorio acerca de mis ideas, acerca de mi lealtad al Gobierno y al régimen y acerca de la revolución nacionalista”. Parece que alguien le había delatado, pero debía ser una acusación infundada. Cuando Obiang en su obra – en la que siempre justifica su actuación y silencia sucesos en los que debió tener un papel protagonista – no relata que estuviera implicado en alguna conspiración o plan para derrocar al tirano , es porque evidentemente no había participado en ninguna.

Pero Macías le acusa de ser “antirrevolucionario”, “traidor” y “desleal con el partido”, siempre según la versión de Obiang. “Respondía yo que en todo momento trato de cumplir con mi deber y mis obligaciones de oficial, de administrador de fincas estatales y de viceministro de Defensa” (Macías siempre retuvo esta cartera). Aunque Obiang afirma que “el ambiente se caldeaba”, y que Macías estaba rodeado de matones, no pasó nada. Al regreso al poblado, “aproveché la ocasión para informar a Macías lo de la militarización del aeropuerto de bata, del mal recibimiento de que había sido objeto en dicha ciudad por algunos oficiales, así como del intento de destruir el avión que me había traído desde Malabo”. Curiosa confesión. ¿Fue una nueva delación de Obiang? ¿Tenía tanto miedo que trataba de ganarse la simpatía de Macías? ¿O era la fidelidad del perro con su amo que lame la mano que le pega? Obiang relata que Macías le contestó a secas:

– Todos los traidores pagarán sus traiciones contra el Gobierno legítimo.

El dictador seguía recordando que él había sido elegido democráticamente por el pueblo, cosa que era verdad aunque había ocurrido once años antes.

«A partir de ese momento, ya me planteé seriamente, como no lo había hecho en ningún otro momento, la alternativa de acabar con el régimen dictatorial antes de que éste acabase con las vidas humanas y con el propio país”, dice Obiang, cuando faltaba poco más de un mes para el 3 de agosto, extrapolando su preocupación personal en algo general. Tras señalar los riesgos que podía correr por el peligro de los “chivatos», asegura que empieza a «prepararse a discreción» y que: entró en contacto con muy pocos oficiales, «a los que mejor conocía y de cuya honestidad, patriotismo y sentido de responsabilidad no tenía dudas, aprovechando una gira de inspección militar, preparada con arreglo a las ordenanzas castrenses por el interior de la región continental”. Selecciona nombres para una futura acción y organiza un minúsculo grupo en Bata. «En Malabo, mi residencia oficial resulta más fácil sensibilizar al cuerpo armado, pues  aquí  conozco a la mayoría con los detalles necesarios de orden político y profesional”. La conspiración está en marcha y  toma cuerpo  en cuestión de días. En principio el día fijado es el 5 de agosto. No necesitaba hablar con los funcionarios pues hacía seis meses que no recibían su salario, igual que la soldadesca.

«Sin embargo, los hechos se van a precipitar desde la región continental parece que alguien ha delatado el plan de insurrección armada, dando pie a que los hombres leales a Macías montasen estrecha vigilancia sobre nuestros compañeros comprometidos”, dice el viceministro de Defensa. Obiang tiene miedo de que  el golpe se complique y pueda haber una guerra civil, pero su posición ya no tiene retorno. Se da. cuenta de que el presidente ha decidido ejecutarle. “Macías hizo lo que yo me imaginaba que harían convocarme a Nsangayong para despachar ciertos asuntos con él”. Obiang trata de ganar tiempo y le dice que los aviones tienen problemas técnicos. Pero Macías no se cree el pretexto y le ordena, ya bajo amenazas, que se presente inmediatamente en su palacio. «Después de cerciorarse de que no iba acudir esta vez a su llamada, toma la iniciativa militar ordenando el envío de dos compañías cuya misión es desembarcar en la isla y tomar Malabo”,explica Obiang en su libro. El militar comunica  a Macías que había dado orden de hundir cualquier barco que se acercara. a la costa.

Obiang ordena a sus compañeros de Bata «emprender inmediatamente la parte de la operación que les correspondía. Así comenzaron los combates de agosto del 79, que permitirían a las fuerzas insurrectas ocupar la ciudad do Bata”. Ofrece la rendición a Macías en un telegrama que le envía y le asegura que se respetará su vida, la de su familia y sus bienes. “El Tigre” sabe que cuenta con lo mejor del ejército y cree, en su locura, que el pueblo está con él.  Lo primero que ordena, en la tarde del día 2, es que un grupo de militares que le son leales se embarquen y vayan hacia Malabo para aplastar la insurrección. También manda resistir y organizar la lucha en el palacio presidencia de Bata. La primera acción militar fracasa antes de empezar. Las Fuerzas Armadas estaban tan deterioradas  que no eran capaces ni siquiera de organizar algo así. También influyó el miedo patológico del fang por el agua y el temor a encontrarse con los amotinados en la isla. Algunos soldados de los que se han negado a salir en el barco se unen a los insurrectos,  que en muy pocas horas se hacen con el control de Bata.

De  todas formas, Obiang ya cuenta con unos aliados que no les importa arriesgar hasta la vida, pues tienen poco que perder. Son los encarcelados de “Blabich”. Cuando se abren las puestas de la prisión situada debajo de punta Fernanda ya ha salido el Capitán Salvador Elá, desde el primar momento mano derecha de Obiang. El cabecilla del alzamiento pronuncia unas emotivas palabras y anuncia a los presos que son libres y que pueden  reintegrarse  a su vida normal. Les pide su  ayuda  para capturar a Macías y todos se la  prometen. Pero algunos sólo podrán prestarle un apoyo moral, son los que están desfallecidos, tullidos o con las piernas rotas, para que no pudieran escapar. Al recibir la noticia, algunos presos se desmayan da la emoción.

En la madrugada del 3 las tropas insurrectas, mandadas par el capitán Eulogio Oyó Riquesa, se apostan cerca de la localidad de Monte Bata, a unos 18 kilómetros de la capital en la ruta a Mongomo, para detener a las unidades de Macías. Allí hay un cruce y se bifurca la carretera. Un ramal sigue hacia el este y el otro al norte, hacia el río Campo o Ntem, que hace de frontera con Camerún, donde se encuentran unos territorios de muy difícil acceso poblados por pigmeos. Los soldados leales al dictador encuentran una resistencia inesperada, sufren algunas bajas y deciden replegarse a Niefang, a unos 70 kilómetros de la capital de Río Muni. Obiang afirma que en Bata ha surgido un brote de resistencia en el palacio presidencial: «El fuego dura toda la noche hasta que, al amanecer, y después de seis horas de lucha, el palacio se rinde y los defensores supervivientes se entregan a los insurrectos». Las tropas alzadas han vencido en la acción militar, simplemente disparando algunas piezas de artillería ligera.. Toman el palacio en la madrugada del día 5. Obiang controla la ciudad de Bata y la isla de Bioco, donde no sólo no ha encontrado resistencia sino que incluso la población se ha arrojado a las calles a celebrar el final del horror. Radio Malabo repite marchas militares españolas. A los viejos del lugar les parece que vuelve la Guardia Civil „ El teniente de navío Florencio Mayé Elá trata de obtener información de todos los distritos de Río Muni, donde ha sido nombrado jefe máximo por Obiang. Faltan datos precisos de lo que ocurre en otras ciudades continentales, pero se sabe que los expertos militares chinos que actuaban como instructores de las tropas guineanas están ayudando a las unidades leales a Macías a organizar la defensa en Niefang. Se instalan unas ametralladoras que transportan desde Nsangayong y cuentan también con algunas tanquetas, Macías arenga a sus tropas y a los guineanos civiles que le rodean y les dice que fuerzas extranjeras habían  invadido el país. «Luego que hubieran caído en la cuenta del engaño, muchos abandonaron las filas macistas”, dice Obiang.

En Niefang se produjeron los enfrentamientos más duros del alzamiento. El capitán Oyó recuerda las lecciones aprendidas en la Academia Militar de Zaragoza donde acabó como 1 número uno de la promoción de guineanos, muy por delante de su compañero Teodoro, y ya ha recibido los refuerzos enviados desde Malabo. No es un grupo militar muy experto, pero los reclusos de “Blabich” están dispuestos a dejarse las pocas fuerzas que les quedan en la batalla contra el tirano. Las ametralladoras de Macías, una de ellas instalada en la torre de la iglesia, no permiten el avance de los insurrectos. Pero estos aguantan. La llegada de unos morteros desde Bata cambia el panorama. Al cabo de un rato se rinden los partidarios de Macías. Toman algunos prisioneros e inician un  avance hacia la carretera de Mongomo. Pagan su exceso de confianza al recibir una ráfaga de ametralladora desde la espesura. Una granada incendia a una tanqueta y muere la dotación del vehículo. De nuevo reina el desconcierto entre los sublevados, pero toman posiciones y, debido a su superioridad numérica hacen que se rindan los enemigos, incluidos los especialistas chinos.

El capitán Oyó no encuentra a Macías entre los rendidos. “Su excelencia” como todavía le llaman muchos guineanos: incluso  entre los sublevados, por la fuerza de la costumbre, ha debido de refugiarse en algún lugar cercano a Mongomo. Algunos afirman que escapó a la selva otros que huyó a Noanquien, a unos 20 kilómetros al norte de Mongomo, el pueblo de su madre.

Después de la “batalla de Niefang” únicamente se produjeron algunos tiroteos  esporádicos en ciertos lugares del continente. Sólo falta capturar al “Tigre”, que huye primero por los caminos y carreteras, mientras pueden ir cortando árboles para que obstaculicen el paso de los perseguidores. El día 8 Macías ve que no tiene apenas apoyo y se adentra en la selva acompañado por unos 40 fieles.

Obiang considera que el refuerzo enviado a Bata “aseguró y consumo” la victoria, que de otra manera habría resultado imposible”. Cuando se enteró del éxito de Niefang ya estaba seguro de que tenía controlada la situación. Reúne a los oficiales de mayor graduación, forma el Consejo Militar Supremo y declara el estado de sitio en todo el país.

El nuevo gobernante de Guinea envió sendos telegramas al rey Juan Carlos y al presidente Adolfo Suárez, con el siguiente texto:  «Muy alto honor informar a S,M. que el día 3 de agosto de 1979, un Consejo Militar Revolucionario presidido por el teniente coronel Obiang Mguema. Mbasogo, ha tomado el poder del Gobierno de Guinea Ecuatorial. aboliendo así el régimen dictatorial del ex-presidente Masié Nguema Biyogo. Consejo Militar, consciente su responsabilidad histérica, augura reanudación rápida, relaciones diplomáticas y lazos de cooperación en todos los dominios ardientemente deseados por ambos pueblos. Consejo Militar Revolucionario cuenta con apoyo popular, reina la paz y calma en todo el país. Consejo Militar solicita colaboración y apoyo Gobierno español en su tarea de la reconstrucción y restauración democrática., económica y social de Guinea Ecuatorial „ Muy alta consideración”.

Un comunicado leído por la radio informa a toda la población del derrocamiento del tirano y promete que todo irá mejor desde este momento. Obiang Nguema, el nuevo hombre fuerte de Guinea, afirma que no ha dado un golpe de estado, sino que se ha producido “un golpe de libertad”.

 

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(1) Obianq Nguema, T. Guinea Ecuatorial, país joven. Madrid, Ediciones Guinea, 1985.

http://www.asodegue.org/hdojmc11.htm