El 5 de marzo de 1969: el día en que todo se vino abajo. CPDS

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Hoy, día 5 de marzo de 2019, se cumplen 50 años de los trágicos acontecimientos del 5 de marzo de 1969, cuando Atanasio Ndong Miyono, líder del Movimiento Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial (MONALIGE) y ministro de Asuntos Exteriores del primer Gobierno del nuevo Estado, intentó derrocar a Francisco Macías Nguema, el recién elegido Presidente de la nueva República, mediante un fracasado golpe de Estado. Para algunos, fue la causa del trágico destino que le ha tocado vivir al pueblo de Guinea Ecuatorial, con dos de las más férreas dictaduras que ha conocido el continente africano, y que han durado 50 largos años. Para otros, fue solo el detonante de una tragedia que se había gestado no solo con la elección, como primer presidente de la República, de la persona equivocada, sino también por la manera en que fue concedida la independencia. Y como quien dice, “la alegría dura poco en casa del pobre”, la alegría del pueblo de Guinea Ecuatorial, por haber conseguido la independencia de España, duró, escasamente, 144 días, del 12 de octubre de 1968 al 5 de marzo de 1969.

La población guineana, mayoritariamente concentrada en la región continental del país y, acostumbrada a usar sus receptores de onda corta para informarse, con alegría, del acontecer político del país, se sorprendió aquella madrugada del día 5 de marzo al comprobar que la Radio Ecuatorial Bata no estaba en el aire. Los residentes en la isla de Bioko (entonces Fernando Poo) y los de Annobón e islotes adyacentes, también estaban embargados por la incertidumbre. Sin embargo, el motivo del “apagón” no tardó en conocerse: el ministro de Asuntos Exteriores, Atanasio Ndong Miyono, había intentado dar un golpe de Estado para derrocar a Macías, intento frustrado aquella misma mañana. Los acontecimientos habían transcurrido como los publicó CPDS en la Edición Especial de LA VERDAD, del 12 de octubre de 2018, en un artículo titulado “El frustrado golpe de Estado del 5 de marzo de 1969”, que es una adaptación de un artículo del investigador español José Luis Rodríguez Jiménez, bajo el título “La independencia de Guinea Ecuatorial y el rápido deterioro de las relaciones entre España y la excolonia (febrero-marzo de 1969)”.

El propósito de lo que hoy publicamos aquí no es narrar aquellos trágicos acontecimientos, sino hacer una reflexión y un análisis de los dos puntos de vista señalados al principio sobre sus causas. Por una parte, hay quienes aseguran que, una vez alcanzada la independencia, el nuevo país, bajo la dirección de Francisco Macías Nguema, iba a marchar en la buena dirección, con un Gobierno democrático y de unidad nacional. Aseguran que el golpe se produjo a raíz de las oscuras intenciones de España de recolonizar el país, sumadas a las ambiciones de Atanasio Ndong de convertirse en presidente de la República a cualquier precio, y que este habría ofrecido su apoyo a Macías, en la última vuelta de las elecciones presidenciales del 29 de septiembre de 1968, con la única intención de ocupar luego su puesto. En definitiva, para estos defensores de Macías, Atanasio Ndong, con su frustrado golpe de Atanasio, es el culpable único de lo que ocurriría después en Guinea Ecuatorial.

El otro punto de vista es diametralmente opuesto y, según sus partidarios, Atanasio intentó revertir, mediante un golpe de Estado, una situación que se veía venir: que Macías era un implacable dictador que, irremediablemente, conduciría al país a la catástrofe, como se vería en los fatídicos años siguientes, con el asesinato masivo de sus detractores y, con el paso de los años, la eliminación física de quienes habían apoyado, de forma decisiva, al propio Macías.

Al margen de opiniones a favor y en contra, lo cierto es que, antes del 5 de marzo de 1969, Macías ya dio muestras del carácter de su régimen arbitrario, con la detención e inmediato asesinato de Mariano Mba Micha, Delegado Gubernativo de Mongomo, así como la persecución feroz contra los votantes y seguidores de Bonifacio Ondo Edu.

Lo que pasó desde el 12 de octubre de 1968, día de la independencia nacional, es el resultado de lo hecho con anterioridad: la herencia franquista. Cuando el general Francisco Franco Bahamonde da el golpe de Estado en 1936 y se hace con el poder tras una cruenta guerra civil, establece en España una dictadura que se reproduce en Guinea Ecuatorial. Como la España franquista, la Guinea española carecía de los derechos políticos, como los de crear un partido político o elegir libremente a los gobernantes, y de las libertades públicas, como la de expresión, de manifestación o de asociación; con Franco, los guineanos entendieron, desgraciadamente, la política como una actividad peligrosa, en incluso delictiva, que lo único que traía consigo eran la muerte y todo tipo de desgracias… Ahí están los casos de la implacable represión contra los firmantes del Manifiesto de Mikomeseng y de los seminaristas de Banapá, enviando al exilio a Atanasio Ndong Miyono y a Enrique Gori Molubela, sin olvidar las desapariciones de Acacio Mañe y Enrique Nvó. Así se asentó en el subconsciente de los guineanos, la concepción de que el poder ha de ser absoluto y se tiene que ejercer, también, de forma absoluta, sin contrapesos, límites, concesiones al adversario ni contestación por parte de los gobernados.

Cuando la España franquista se ve en la necesidad de dar pasos para una futura independencia de Guinea Ecuatorial, se regula la creación de partidos políticos, al tiempo que se trata de implantar, con el MUNGE (Movimiento de Unión Nacional de Guinea Ecuatorial), una reproducción del Movimiento, el partido único de Franco. Casi una década después, Macías fundaría el Partido Único Nacional de los Trabajadores (PUNT, antes PUN). Al margen de algunas incipientes experiencias africanas de partido único, en el fondo existe una imitación del Movimiento de Franco, con la misma estructura: si en España existía la OJE (Organización Juvenil Española), en Guinea Ecuatorial nació la organización Juventudes en Marcha con Macías; y si el Movimiento de Franco tenía una organización de mujeres llamada Sección Femenina, en las filas del PUNT también existía la Sección Femenina.

Otra característica de la colonización española fue el escaso interés de la metrópoli por la formación académica de los guineanos, como se ha dicho en numerosas ocasiones. Si en casi todos los países africanos ya existían universidades en el momento de alcanzar la independencia, en Guinea Ecuatorial el Bachillerato se implantó de forma tardía, y solo unos cuantos guineanos se encontraban estudiando en las universidades españolas en 1968, además de la media docena de licenciados que ya se encontraban en el país. Como bien lo dijo un economista guineano, “los españoles formaron a buenos maestros para tener empleados capaces de leer y escribir correctamente, a administrativos para redactar muy bien las minutas de sus jefes, y a contables para llevar aceptablemente las cuentas de las empresas… Nos formaron para ser capaces de ejecutar las órdenes de nuestros jefes, no para poder dirigir nada”.

Por eso, cuando llega el momento de la lucha abierta por la independencia del país, en las filas independentistas, entre los que habían iniciado la lucha con anterioridad y los oportunistas que se incorporaron al ver cerca el advenimiento del nuevo Estado, no había, en la práctica, políticos con los necesarios conocimientos básicos de un Estado y sus instituciones, a excepción de unos cuantos hombres del MONALIGE y de la Unión Bubi. Durante la Conferencia Constitucional, ya se vio que los representantes guineanos no estaban a la altura de las circunstancias, no pudiendo, siquiera, presentar un borrador alternativo de Constitución.

En un país sin cultura política ni tradición democrática, y sin hombres dotados de conocimientos básicos de política ni de convicciones democráticas, era lógico que los aspirantes a la alta magistratura del país no pensaran en establecer la democracia, sino en hacerse con el poder heredado de los blancos, con sus prácticas. Solo pensaban en tomar el poder, instalarse definitivamente en él y acabar con sus oponentes y detractores.

En definitiva, nadie pensaba ni creía en la alternancia democrática en el poder; era como si el mundo fuera a acabar tras las elecciones de septiembre de 1968.

Otro factor negativo, a tener en cuenta, es el egoísmo tradicional de los propios guineanos. Aquellos dotados de cierta capacidad técnica e intelectual para entender y poder actuar con mejor criterio, se instalaron en la comodidad de sus puestos de trabajo y dejaron la política en manos de quienes, finalmente, conducirían el país al caos. Otro tanto ocurre en la actualidad, cuando solo unos pocos guineanos se entregan a la desigual lucha contra la dictadura, mientras otros más numerosos y con formación, se han rendido ante los encantos de la riqueza fácil y la corrupción.

Con todo lo dicho, se observa que lo sucedido desde el 12 de octubre de 1968 y que culminó en los acontecimientos del fatídico 5 de marzo de 1969, no fue, ni mucho menos, casual, sino el resultado de una mala colonización y una catastrófica descolonización que puso el poder en manos de quienes no sabían lo que era la democracia, la separación de poderes y los derechos de los ciudadanos, entre otras razones, porque en España tampoco existía un Estado de derecho.

A lo largo de este artículo, se ha hablado del golpe de Estado del general Franco, su dictadura y su forma de gobernar durante los cuarenta años que estuvo en el poder. Como herencia de su régimen, tenemos hoy a Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, quien fue formado en la Academia militar franquista de Zaragoza, alcanzó el poder tras un golpe de Estado, y sigue en él 40 años después, como el mismísimo Franco.

Ya fuera por soberbia, ambición de poder o mayor visión política, Atanasio Ndong Miyono organizó un frustrado golpe de Estado contra Macías, acción que, años después, intentarían otros guineanos en ocasiones sucesivas, hasta que, finalmente, lo logró el Teniente Coronel Teodoro Obiang Nguema Mbasogo el 3 de agosto de 1979.

Dicho de otra manera: Ndong Miyono vio lo que Obiang vería casi once años más tarde: que Macías era un dictador sanguinario. Por eso sorprende que Obiang sea, en estos momentos, un activo detractor de los golpes de Estado, convirtiendo en el eje de sus discursos la defensa de la lucha por el poder por medios pacíficos, cuando él mismo llegó al Palacio Presidencial en 1979 gracias al uso de la fuerza, haciéndose con un poder que, 40 años más tarde, no quiere soltar.

CPDS cree que un poder alcanzado mediante derramamiento de sangre, como hubiera ocurrido con Atanasio Ndong en un hipotético éxito de su acción, o en el caso del propio Obiang al tomar el poder en 1979, no conduce nunca a la democracia, sino a la instauración de una nueva dictadura.