Rusia en África: minería, armas y mercenarios. Antoni Castel. Politica Exterior

Moscú es todavía un actor modesto en el continente africano, pero ha regresado con ímpetu en aquellos países que precisan armas, asesores militares y empresas de energía.ANTONI CASTEL | 1 de noviembre de 2020

Rusia ha regresado a África con fuerza, empeñado en consolidarse como un actor de referencia en un continente donde la Unión Soviética estuvo muy presente durante la guerra fría, cuando apoyaba movimientos anticoloniales y gobiernos socialistas (Angola, Etiopía, Mozambique). Aunque los intercambios comerciales son todavía modestos, Rusia ofrece armas, asesores militares, la experiencia de su empresa de seguridad Wagner y la capacidad de sus firmas mineras. El desembarco ruso en África preocupa tanto a Estados Unidos como a la Unión Europea, que denuncian las actividades de los mercenarios de Wagner en Libia y las estrechas relaciones de Moscú con el presidente de la República Centroafricana (RCA).

La vuelta de Rusia se hizo oficial a través de los medios de comunicación en la cumbre celebrada en Sochi, ciudad olímpica a orillas del mar Negro, en octubre de 2019, con la asistencia de 43 de jefes de Estado y de gobierno africanos. Presidida por el presidente ruso, Vladímir Putin, y el egipcio, Abdelfatah al Sisi, a la cumbre también asistieron representantes de alto nivel de los restantes 11 países africanos y de la Unión Africana (UA).

La cumbre tendrá continuidad. En mayo pasado, Putin nombró a un diplomático que habla árabe, Oleg Ozerov, presidente del Foro del Partenariado Rusia-África, creado en Sochi para dinamizar las relaciones bilaterales. Ozerov se encarga de organizar las reuniones anuales entre Rusia y la troika africana, formada por la actual, la anterior y la siguiente presidencia de la UA. En la celebrada en julio por videoconferencia, a causa de la pandemia, participaron los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov; Egipto, Sameh Shoukry; y las ministras de Suráfrica, Naledi Pandor, y República Democrática del Congo, Marie Ntumba Nzeza. La misión más importante de Ozerov es preparar la segunda cumbre, que debe celebrarse en 2022 en un país africano todavía por determinar.

Al convocar una cumbre periódica con los países africanos, Rusia sigue el camino de China y la UE. En el caso chino se han celebrado siete reuniones del Foro para la Cooperación entre China y África (Focac, por sus siglas en inglés), cuatro ministeriales y tres presidenciales. La primera tuvo lugar en Pekín en 2000, presidida por Jiang Zemin, al principio del desembarco de China en el continente. La última se celebró también en Pekín en 2018. Otras reuniones de la Focac en África se han celebrado en Addis Abeba (2003), Sharm el-Sheij (2009) y Johannesburgo (2015). En el caso de la UE, la última cumbre con la UA –la quinta– tuvo lugar en Abiyán en noviembre de 2017. La sexta, que debía celebrarse en Bruselas en octubre de este año, ha sido aplazada hasta 2021.

Los intercambios comerciales entre Rusia y África son, de momento, modestos, como reconoció Putin en la apertura de la cumbre de Sochi. Unos 20.000 millones de dólares en 2019, de los que 7.700 millones corresponden al comercio con el principal socio, Egipto. Una suma que representa la décima parte del comercio entre China y África y la mitad del generado entre Francia y África. Los intercambios entre EEUU y África alcanzaron los 57.000 millones en 2019, según datos oficiales estadounidenses. Incluso India, un actor emergente en un continente que conoce bien gracias a su diáspora, triplicó el comercio anual de Rusia con África.

En cuanto a la ayuda al desarrollo, Rusia no puede competir en volumen con los países de la UE y EEUU. Como destaca un documento del Parlamento Europeo, la ayuda al desarrollo rusa, que se incrementa anualmente, fue de tan solo 1.000 millones en 2016. No obstante, las autoridades rusas argumentan que han anulado la deuda de los países africanos contraída durante el periodo soviético, estimada en 20.000 millones de dólares, y que unos 1.200 africanos estudian con becas en universidades rusas.

Las alianzas africanas heredadas de la URSS

Al igual que China e India, Rusia se presenta sin el pecado de un pasado colonial. Un aspecto no cuantificable en los análisis económicos, pero importante para muchos dirigentes cuyos ancestros sufrieron el menosprecio y discriminación durante la colonia. En los años cincuenta del siglo XX, gran parte de los movimientos anticoloniales recibieron el apoyo logístico y en algunos casos militar de la República Popular China, India y la Unión Soviética. En Suráfrica, el Congreso Nacional Africano (CNA), cuyo dirigente Nelson Mandela se encontraba encarcelado, denunciaba el régimen del apartheid apoyado por la diplomacia de los tres países.

Durante la guerra fría, la URSS tejió una red de alianzas, sobre todo en los países que habían implantado un modelo de sociedad socialista, bien de cariz ortodoxo (Angola, Benín, Congo, Etiopía, Mozambique), bien de lo que se denominó socialismo africano (Tanzania, Zambia). Las relaciones también eran muy sólidas con Argelia, independiente tras una traumática guerra de descolonización con Francia; Egipto, presidido por un panarabista, Gamal Abdel Nasser; Libia, una vez defenestrada la monarquía por Muamar el Gadafi en 1969; así como el resto del antiguo espacio colonial portugués (Cabo Verde, Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe); la Guinea del político que desafió los planes africanos del general De Gaulle, Sekou Touré; el Malí de Modibo Keïta; y el Madagascar de Didier Ratsiraka.

Las alianzas no se tejieron solo con los dirigentes: miles de africanos fueron a estudiar a la Universidad Patrice Lumumba en Moscú, donde conocieron a estudiantes de todo el mundo. Y regresaron a sus países con un título universitario, hablando ruso, conociendo las carencias cotidianas de la patria del socialismo y, algunos, casados con una soviética. Otros, decenas de militantes de movimientos anticoloniales y numerosos oficiales de las fuerzas armadas de países socialistas, se formaron en academias militares de la URSS.

«Con la llegada de Putin, el Kremlin entendió que África podía desempeñar un papel destacado en un sistema multipolar»

Los contactos se recuperaron cuando Rusia, heredera de la URSS, centró su interés en África a principios del siglo XXI. Anteriormente, durante la presidencia de Boris Yeltsin (1991-99) las relaciones se redujeron a la mínima expresión: la prioridad para Yeltsin y su ministro de Asuntos Exteriores, Andréi Kozyrev, eran el espacio exsoviético (Comunidad de Estados Independientes), EEUU y Europa, tal como establece el primer documento marco de las relaciones exteriores rusas (Russian Federation’s Foreign Policy Concept), de 1993. En dicho documento, África se sitúa en el penúltimo lugar de las regiones más importantes, solo por delante de América Latina.

Con la llegada de Putin a la presidencia en 2000, se puso en entredicho el sistema unipolar imperante desde el fin de la URSS, no discutido por Yeltsin. Se entendió que África podía desempeñar un papel destacado en un sistema multipolar, y así el Foreign Policy Concept de 2000 señalaba la necesidad de establecer un diálogo con la Organización para la Unidad Africana (OUA, antecesora de la UA), con el fin de que Rusia se uniera a los proyectos económicos multilaterales del continente. Destaca también la necesidad de interactuar con los Estados africanos y darles asistencia en los conflictos militares.

En el diseño del regreso de Rusia al continente ha desempeñado un papel importante Lavrov, bien asesorado por los investigadores del Instituto de Estudios Africanos de la Academia de las Ciencias de Rusia, que cuenta con unos africanistas con amplio conocimiento. Para no despertar susceptibilidades africanas, Lavrov ha incidido en el respeto a la soberanía. “Todo problema africano debe encontrar una solución africana”, repitió Lavrov en julio. Una afirmación que podrían suscribir los diplomáticos chinos, que inciden en la no injerencia interna, uno de los principios fundacionales de la República Popular, y en el win-win como base de las relaciones bilaterales con África.

Negocio armado

En África, Rusia vende, sobre todo, armas. Un documento del Parlamento Europeo, de noviembre de 2019, señalaba que Moscú había suministrado el 39% de las armas compradas por África durante el periodo 2009-18. Destacan clientes como Argelia y Egipto, que compraron en esos 10 años por valor de 8.000 y 3.100 millones de dólares, respectivamente. Otros compradores importantes son Angola, Sudán, Etiopía, Sudán del Sur, Libia, Nigeria, RCA y Malí.

Un informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri) destaca que Rusia vendió el 35% de las armas compradas por los países africanos entre 2012 y 2016. En el podio de mayores vendedores, le acompañan China, con el 17%, y EEUU, 9,6%. Francia queda en cuarto lugar, con el 6,9%. Argelia y Egipto compran helicópteros, carros de combate, submarinos, sistemas de defensa y aviones. Unas armas a buen precio, según los expertos, que permiten cultivar las relaciones personales con las élites militares, en especial con las de los países aliados en la época soviética, como Argelia y Angola.

Al mismo tiempo, Rusia ofrece asistencia militar. Según el Instituto Sueco de Investigaciones para la Defensa, Rusia firmó en 2015 acuerdos de cooperación militar con 20 países africanos. Estos acuerdos comprenden desde el entrenamiento de las fuerzas armadas hasta la formación antiterrorista, tanto en suelo africano como ruso.

En el caso de RCA, en guerra desde diciembre de 2012, la proximidad de los asesores rusos con el presidente Faustin Archange Touadéra inquieta a la diplomacia francesa. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, no tuvo reparos en calificar la presencia de Rusia de “antifrancesa” porque los consejeros rusos se encuentran en la propia guardia presidencial de un país que forma parte del área de influencia de Francia en África. Durante la fase más dura de la guerra, Francia se implicó militarmente en el conflicto al desplegar la Operación Sangaris (2013-16), que dejó paso a la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (Minusca). En su apoyo, los aviones de combate franceses han intervenido en tres ocasiones, en operaciones de intimidación contra bases de grupos rebeldes, la última en febrero de este año. A pesar del embargo, los dos países, Francia y Rusia, han entregado armas a RCA porque la ONU aprobó una serie de excepciones.

A cambio de armas y asesores militares, Rusia ha obtenido de RCA concesiones para las empresas mineras, en oro, diamantes y uranio. Residentes de Bangui dan cuenta de la presencia de ciudadanos rusos, que podrían trabajar en la industria minera o bien ser asesores militares. En cuanto a la empresa Wagner, no hay confirmación oficial de que haya enviado sus mercenarios a RCA. Tres periodistas rusos que investigaban sobre Wagner fueron asesinados en julio de 2018. Los tres reporteros –Orkhan Djemal, Alexandre Rastorguev y Kirill Radchenko–, que preparaban un documental, fueron abatidos cerca de la ciudad de Sibut. Para las autoridades rusas, su investigación es concluyente: se trató de un robo, una versión rechazada por la organización Dossier Center, creada por Mijaíl Jodorkovski en Londres para denunciar la corrupción de Putin y su entorno. Empresario de éxito con Yukos, Jodorkovski fue encarcelado por delitos fiscales y blanqueo de capitales, e indultado por Putin en 2013.

«Según la ONU, en Libia hay entre 800 y 1.000 mercenarios, la mayoría rusos. Pero también bielorrusos, ucranianos, serbios y moldavos»

En Libia, la presencia de Wagner no se intenta esconder. En mayo, por primera vez desde que los mercenarios desembarcaron en el país en octubre de 2018, la ONU acusó a Rusia de dar apoyo al general Jalifa Haftar, que se enfrenta al Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), encabezado por Fayez Serraj, reconocido por la comunidad internacional. Según la ONU, en Libia hay entre 800 y 1.000 mercenarios, una cantidad que el Mando África de EEUU (Africom) eleva a 2.000. La mayoría de los soldados son rusos, pero también hay bielorrusos, ucranianos, serbios y moldavos.

A pesar de las advertencias de la diplomacia estadounidense, que denunció en julio que Moscú había violado el embargo de armas, el presidente Donald Trump mantiene buenas relaciones con Haftar, quien trabajó para la CIA durante su exilio en EEUU. Gracias a su discurso anti-islamista y a su poderío militar al controlar gran parte del país, Haftar se ha ganado el apoyo de Washington; de Rusia; Francia, que en 2011, durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, encabezó la operación para derrocar a Gadafi; Egipto, con una frontera común con Libia de más de 1.000 kilómetros; Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. Los tres países árabes comparten su aversión hacia los Hermanos Musulmanes, a los que acusan de dar apoyo al GNA y buscar la desestabilización de Egipto y las monarquías del Golfo. A nivel internacional, el GNA, que todavía controla Trípoli pese a las ofensivas de Haftar, cuenta con el respaldo de Catar, situado en este conflicto y en el de Yemen en el bando contrario a su rival regional, Arabia Saudí; y de Turquía, que le suministra armas.

Wagner, creada por Dimitri Utkin, un exmiembro de la inteligencia militar rusa (GRU), tiene vínculos con la presidencia rusa a través de Yevgeni Prigozhin, empresario cercano a Putin. La primera intervención de Wagner fue en la península de Crimea, en marzo de 2014, y un mes más tarde en las regiones prorrusas del este de Ucrania. Según la BBC, unos 2.500 mercenarios de Wagner combatieron en la guerra de Siria, en apoyo del presidente Bachar el Asad. El Kremlin siempre ha negado la presencia de mercenarios rusos en dichos conflictos.

Según el gobierno estadounidense, en Mozambique también fueron desplegados unos 160 mercenarios, en el norte del país, en la provincia de Cabo Delgado, en apoyo de las fuerzas armadas mozambiqueñas, que combaten con escaso éxito a las milicias yihadistas que han tomado el control de algunas localidades. Sin embargo, la presencia militar rusa ha sido descartada por el presidente de Mozambique.

Minería y energía

Además de armas y asesores militares, Rusia ofrece la experiencia de su industria minera y energía nuclear. Directivos de dos empresas públicas –Alrosa, líder mundial en extracción de diamantes, y de Rosatom, el gigante estatal de la energía nuclear– participan en las reuniones de la Asociación de Cooperación Económica con Países Africanos, al lado de Transmashholding (construcción de líneas férreas) y Gazprombank (banco de la gasística Gazprom). Alrosa está presente en Angola, en asociación con la empresa estatal angoleña de diamantes Endiama, en la mina de Catoca, la cuarta más grande del mundo. En cuanto a Rosatom, construye una planta nuclear en Egipto, en las cercanías de la ciudad de El Dabaa. La planta constará de cuatro reactores tipo VVER 1200, de 1.200 megavatios cada uno.

Nigeria también ha firmado un acuerdo para la construcción de centrales nucleares rusas. Otras empresas de petróleo, como Lukoil y Rosneft, tienen intereses en Argelia, Egipto, Camerún, Mozambique, Ghana y Nigeria, entre otros países. Rusal, la primera productora mundial de aluminio, explota minas de bauxita en Guinea.

Si bien Rusia es todavía un actor modesto en África, ha regresado con ímpetu, en especial en los países que precisan sus armas, sus asesores militares y sus empresas de energía. Un continente que ya no es cosa de dos bloques, como durante la guerra fría, porque China se ha impuesto como el primer socio comercial, y otros actores emergentes, como India y Brasil, también copan posiciones, sin olvidar a Turquía, Catar y Emiratos, con amplios intereses en el cuerno de África. ●