Por Jenna Russo
Violentas protestas estallaron en el este de la República Democrática del Congo a fines de julio de 2022, lo que resultó en la muerte de al menos tres miembros del personal de mantenimiento de la paz y varios civiles.
La misión de las Naciones Unidas en el Congo ha sufrido durante mucho tiempo una crisis de confianza entre las comunidades locales. Ha sido acusado de no proteger a los civiles y mejorar la seguridad en la región, a pesar de una presencia que abarca más de dos décadas.
Esta no es la primera vez que estallan protestas contra las fuerzas de paz de la ONU en el este del Congo. Sin embargo, estos acontecimientos recientes han sacado a la superficie los persistentes problemas a los que se enfrenta la Misión de Estabilización de la Organización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco). Se ha enfrentado a preguntas sobre su efectividad operativa, el consentimiento del estado anfitrión y si, o cómo, puede hacer una salida elegante del país.
El aumento de las tensiones en la región oriental del Congo es el resultado de lo que muchos perciben como años de fracasos en el mantenimiento de la paz, que han provocado violencia, muerte y el desplazamiento de millones de congoleños.
Se ha escrito mucho sobre los peligros de los llamados enfoques de estabilización para el mantenimiento de la paz. Estos se han llevado a cabo en países como el Congo, Malí y la República Centroafricana, y se caracterizan por los esfuerzos para neutralizar a los grupos armados no estatales y ampliar la autoridad estatal.
Tanto las Naciones Unidas como la Unión Africana hacen referencia cada vez más a los enfoques de estabilización en el diálogo político y los mandatos de las misiones. Sin embargo, tales enfoques han demostrado ser en gran medida ineficaces, en parte debido a su naturaleza centrada en el estado, que no tiene en cuenta los impulsores locales del conflicto.
Crisis de confianza
Cuando la Brigada de Intervención de la Fuerza fue autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2013, inicialmente fue elogiada por detener rápidamente el intento de insurrección del grupo armado M23.
Sin embargo, desde entonces, la brigada ha luchado por cumplir su mandato ante la continua proliferación de grupos armados en la región y los altos niveles de inseguridad. En respuesta a estos desafíos, la brigada recibió recientemente apoyo adicional de varias fuerzas de reacción rápida.
Sin embargo, la misión no ha podido detener la violencia. El resurgimiento del M23 en los últimos meses ha sido una clara ilustración de las deficiencias de la brigada.
Al mismo tiempo, los enfoques militarizados del mantenimiento de la paz en el Congo se han producido a expensas de los enfoques no violentos de la consolidación de la paz, como los métodos de protección desarmados, que pueden ser más propicios para la construcción de una paz duradera.
El resultado es que la ONU se enfrenta a una crisis de legitimidad entre la población, a pesar de haber invertido una buena cantidad de recursos tratando de gestionar su reputación. La confianza en la capacidad del personal de mantenimiento de la paz para garantizar la seguridad es generalmente baja entre las comunidades del este del Congo y ha disminuido con el tiempo. También es notablemente inferior a la confianza en las fuerzas de seguridad del Estado, a pesar de las atroces violaciones de derechos humanos y la falta de capacidad de estas últimas.
Esto plantea cuestiones de consentimiento, incluidas las voces que importan cuando se trata de mantener la cooperación con el país anfitrión. El consentimiento del Estado anfitrión, un principio del mantenimiento de la paz de la ONU, se interpreta convencionalmente como el consentimiento del gobierno anfitrión. Sin embargo, las escenas recientes del Congo sugieren que se debe prestar mayor atención a las voces de los miembros de la comunidad.
Si bien la ONU reconoce la importancia de mantener la confianza con las comunidades locales, no está claro cómo puede o debe responder si esas relaciones se deterioran más allá de la reparación, como puede ser el caso ahora.
La dinámica regional ha complicado aún más esta situación, dada la naturaleza transfronteriza del conflicto, y con el ejército de Kinshasa acusando a Ruanda de utilizar el M23 para invadir el Congo. Kigali ha negado estas acusaciones.
Camino a seguir
Si bien la misión de la ONU se encuentra en un período de reducción, no hay un cronograma claro para la salida. En cambio, la retirada se guía por el progreso hacia una serie de puntos de referencia acordados, incluida una reducción significativa de la amenaza que representan los grupos armados.
Algunos expertos han argumentado que la reducción no debe estar limitada por el tiempo. El progreso ha sido lento y no está claro que los puntos de referencia se cumplan en un futuro próximo.
Mientras tanto, la misión y los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU deben lidiar con qué hacer si no pueden controlar las condiciones de seguridad, o si el estado presiona con más fuerza para una salida temprana.
Es probable que las protestas en la región continúen en los próximos meses, particularmente en el período previo a las elecciones presidenciales del Congo, que están programadas para fines de 2023.
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Lo que se necesita en este momento es un acuerdo de seguridad regional sólido que alivie parte de la presión sobre la misión de la ONU y deje espacio para una respuesta diplomática más fuerte a las tensiones regionales.
El acuerdo alcanzado el 22 de julio de 2022 por los Jefes de Estado de la Comunidad del África Oriental para desplegar una fuerza regional en el Congo puede ser un paso oportuno en la dirección correcta.
Pero, como han demostrado las dificultades de la misión de la ONU, las operaciones militares no pueden ser efectivas si no van acompañadas de un proceso político viable, que ha faltado en el Congo. La situación actual de seguridad, junto con la dinámica regional contenciosa, es indicativa de ello.