Como africano, ver a Macky Sall, presidente de turno de la Unión Africana, en el palacio de Putin, en Sochi , en un momento en el que este está perpetrando una invasión con fines de ocupación y anexión territorial, provocando una inenarrable experiencia de dolor y destrucción, fue tan desconsolador y humillante como innecesario el propio acto. Con ese despliegue diplomático y la equidistancia mostrada en la alusión a la crisis, desbaratando definitivamente el plausible discurso del representante de Kenia en la ONU, Sall se había situado en ese mundo líquido promocionado por Putin, en el que todo es moralmente relativo y no hay culpables. Putin iba a facilitar de todos modos el desbloqueo de los puertos, porque no habría podido mantener indefinidamente en el tiempo el cínico y alternativo relato que responsabilizaba a Ucrania del bloqueo de sus propios puertos. El acuerdo de desbloqueo se negoció y firmó, sin presencia ni mediación de la Unión Africana, cuando Putin valoró que la cuestión podría empezar a acarearle algún tipo de desgaste. Después de más de una decena de barcos, el primero con destino a África, fletado por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (esa organización de la OTAN), zarpó hace a penas un par de días, hacia el cuerno de África, la región más amenazada y castigada por las hambrunas. ¿Para qué realmente ha servido esa exhibición de cinismo del jefe de la diplomacia africana? No había ninguna razón para que el representante de todos los africanos fuera a mostrar tanta ambigüedad y equidistancia ante el agresor y culpable de toda la crisis generada y el único responsable del bloqueo de los puertos ucranianos, más allá de ese deseo exhibicionista de mostrar “independencia” de occidente, alentado por el panafricanismo más populista, traumático, victimista y paralizante, que promueve que ese hito, el de la “independencia”, es solo realizable en el compadreo con las dos mayores dictaduras del mundo.
En esa hipersensibilidad panafricanista, traumática y victimista, occidente es el culpable de todo lo que ocurre en África y el que apadrina y protege a los dictadores africanos, y todo lo que hace, dondequiera que sea, se usa en su contra. Por ejemplo, si se impone un embargo sobre Cuba, que es una dictadura (embargo en mi opinión injusto y nada resolutivo), la lectura desde el panafricanismo victimista es que eso es imperialismo. En cambio, si algunos países occidentales mantienen relaciones comerciales con Guinea Ecuatorial, resulta que eso es apoyo a una dictadura. ¿Cuál es el límite entre la injerencia o el imperialismo, y el principio de soberanía de los estados (tengan esos el gobierno que tengan) que rige el orden internacional? ¿Resulta que todos los regímenes liberticidas africanos son sostenidos o apoyados por occidente, solo por el hecho de mantener relaciones comerciales con países occidentales?
El caso de Guinea Ecuatorial es bastante curioso, porque se nota una voluntad selectiva en la atribución del «padrinazgo» de su régimen. China y Rusia son dos países que nunca han dejado de tener muy buenas relaciones con los regímenes nguemistas, pero nunca son citados como sostenedores de los mismos. En cambio, España es citada de forma reiterada, absolutamente infundada y casi vocacional. Probablemente, el caso de Guinea Ecuatorial y España, por lo menos en el contexto africano, represente la mayor ruptura y distanciamiento posteriores experimentados entre el nuevo estado independiente y la antigua potencia colonial. En algún momento, la ruptura llegó a ser (casi) total, manteniéndose una cooperación mínima y casi moral en los ámbitos de la sanidad y la educación. Hoy en día, España carece de compromisos en Guinea Ecuatorial dignos de ser calificados de «intereses».
Se suele presentar, como argumento para explicar ese “padrinazgo”, que los intereses económicos desplazaron las exigencias sobre estado de derecho, buen gobierno y democracia, con el descubrimiento y explotación del petróleo en Guinea Ecuatorial, pero resulta que ni España tiene intereses en esa industria, ni esa lectura es acertada en términos generales; porque lo cierto es que los niveles de condena y exigencia política se han mantenido, pero su efectividad es considerablemente dispar, considerando si se hacen sobre un gobierno carente de recursos y dependiente enteramente de los “donantes”, o sobre un gobierno con alternativas de auto financiamiento, que sería el caso de Guinea Ecuatorial antes y después de la producción de petróleo.
Una evidencia de que occidente no ha descuidado la condena y el nivel de exigencia, y de la relación existente entre su efectividad y las necesidades de financiamiento del gobierno, está en el programa de reformas con el Fondo Monetario Internacional firmado en diciembre de 2019. Después de más de veinte años de una gestión de los ingresos petrolíferos caracterizada por una extrema opacidad y corrupción, el gobierno de Guinea Ecuatorial volvió a acudir a las instituciones financieras multilaterales para satisfacer sus necesidades de financiación. El acuerdo con el FMI consiste en el desembolso, condicionado a reformas, de $283 millones. Esas reformas tienen por objetivo mejorar la gobernanza y la lucha contra la corrupción sistémica y su cumplimiento es evaluable trimestralmente. Según los informes elaborados por el Observatorio en Derechos Humanos y Buena Gobernanza, de APROFORT, entre enero y septiembre de 2020, primer año de ejecución de un total de tres, se identificaron 25 medidas. El monitoreo efectuado sobre las mismas muestra un nivel de realización y de compromiso muy bajo y decreciente. De las 14 medidas identificadas en el primer trimestre (enero-marzo), solo 3 fueron cumplidas; y solo 2 de las 11 identificadas para los dos siguientes trimestres (abril – septiembre) se cumplieron; o sea, unas tasas de realización del 20 y 18 por ciento respectivamente. No figuran más informes del Observatorio en Derechos Humanos y Buena Gobernanza, pero en el informe del Directorio Ejecutivo del FMI de finales de julio de este año, “los directores lamentan la falta de progreso en la implementación de las reformas macro-críticas para cumplir los compromisos” del acuerdo. Es muy probable que la mejora en las expectativas en los mercados de petróleo y gas, que redunda en un aumento de los ingresos procedentes de ese sector en el plazo mas inmediato, propicie un decaimiento total en la realización del programa de reformas por parte del régimen. He aquí una demostración de cómo las condenas y exigencias sobre el régimen de Obiang se han mantenido, y de cómo los cambios en sus expectativas de autofinanciamiento han variado la eficacia de las mismas, muy contrariamente a lo muy dado en el discurso victimista.
Una mirada panorámica de las 83 medidas que integran el acuerdo, descubre medidas como la promoción de una “cultura de pago de impuestos”, la publicación de un listado de empresas estatales, sus consejos de administración y decretos de creación, o la realización de “encuestas periódicas de los ingresos y gastos de los hogares para recopilar mejores datos para el índice de pobreza y otros indicadores sociales”… ¿Con cincuenta y cinco años de ejercicio soberano, tenemos que esperar que se nos imponga desde fuera una cultura tributaria básica, la realización de estadísticas para la orientación en políticas sociales, o la adopción de medias de transparencia y anticorrupción esenciales en la gestión pública? ¿Vamos a seguir culpando a occidente de nuestro fracaso, evadiendo responsabilidades, siendo el único aliado posible con el que podemos contar los africanos que luchamos de verdad por la normalización de nuestros países?
Hay más de una generación de africanos varadas en el anti occidentalismo vocacional, incapaces de gestionar su memoria histórica de forma responsable y afrontar el presente y el futuro de manera proactiva, generaciones con las que ya no puede contar África, y que en el peor de los casos pueden devolvernos a los más sórdidos gobiernos militares; generaciones atrapadas en una densa y tóxica nube desinformativa que alienta lo más básico y primario de sus instintos y a las que se les ha inculcado que sus males más cotidianos tiene sello de importación; generaciones que cantan en coro con sus opresores y que hacen de estos tiempos, tiempos propicios para tiranos.